sábado, 16 de mayo de 2009

discurso literario realidad y escuela

DISCURSO, LITERARIO REALIDAD Y ESCUELA
Los discursos literarios son ficciones que refieren a mundos verbalmente posibles y fundamentados en sí mismos. Estos discursos son intransitivos puesto que se encierran en sí mismos o, lo que es lo mismo, no refieren ni a los objetos ni a los eventos del mundo real. En este sentido, los discursos literarios son inútiles, si se les mide con los parámetros "pragmáticos" y "mercantiles" que parecen gobernar el mundo en estos días. Es decir, la literatura no sirve para construir tractores, no desarrolla teorías científicas ni tecnológicas ni proporciona herramientas para llevar mejor la contabilidad de una empresa. Sin embargo, la literatura es también una mercancía para la que hay un mercado. Varios mercados en realidad pues la industria editorial y los mercados masivos condicionan las características de una buena cantidad de libros de modo diferente a los condicionamientos de los libros de circulación restringida. El artista pues siempre se enfrenta a la disyuntiva de escribir para la gran industria cultural, de escribir para los más restringidos círculos literarios artesanales o de hacerlo al margen de los circuitos de producción circulación y consumo de literatura en su sociedad.
Si el escritor elige trabajar para la gran industria, seguirá las normas que los especialistas en mercadeo determinan. Por ejemplo, luego de un secuestro político importante, el escritor escribirá la historia correspondiente, no como crónica, sino como relato ficcional. En esos casos se suele incluir un mención paratextual que dice "basado en hechos reales". Las estructuras narrativas de estas novelas suelen ser extremadamente simples, el léxico es llano y directo y el estilo de las construcciones sintácticas exime al lector de la labor de conjeturar los significados de las palabras. Si, por un lado, la acción emocionante es tal vez una de las características principales de las estructuras narrativas de las novelas masmediáticas de aventuras (de guerra, de espionaje, policiales, de vaqueros, etc.), por otro lado, el drama suele ser más emotivo que emocional y las complejidades de la trama no profundizan realmente en la psicología de los personajes o en las complejidades de la vida moderna. Las novelas de amor como las de Corín Tellado tampoco examinan al hombre, por el contrario, las situaciones que los personajes enfrentan eluden sus más íntimos conflictos. Esta es pues una literatura sin conflictos, acrítica y fácilmente digerible que no alude a las cosas, sino que las simboliza inequívocamente.
Discurso académico
En contraposición a los discursos literarios podemos considerar a los discursos académicos. Estos se caracterizan por su aplicabilidad en el mundo real. Los discursos académicos son transitivos pues hablan de diversos aspectos de una realidad circundante a la que examinan minuciosamente. A diferencia de los discursos literarios su esquema discursivo es rígido y conservador pues su finalidad es mostrar interpretaciones alternativas del mundo construidas de acuerdo a las normas de procedimientos aceptadas en los medios académicos del mundo. Aunque ni un discurso hablado ni uno escrito son iguales a una demostración lógico-formal, se considera deseable que el discurso académico no sólo busque la justeza y consistencia lógica de la demostración, sino también que se estructure en función de la intención persuasiva del autor; es decir, de la argumentación.
El discurso académico se encuentra pues en el marco de la actividad académica orientada a la transmisión y producción de conocimientos. Su elaboración requiere de la revisión del conocimiento previo, es decir, de las fuentes bibliográficas. Luego, se hace un análisis concienzudo del objeto examinado que ha de dar lugar a la elaboración de una hipótesis. El escritor académico derivará las consecuencias lógicas de esa conjetura inicial, lo que dará como resultado una teoría. Finalmente, la teoría habrá de pasar por un procedimiento de validación que consiste en la contrastación de la teoría con los datos obtenidos mediante pruebas de campo o experimentación de laboratorio. Es decir, el discurso académico define un objeto, elabora un método para examinarlo, construye una teoría que explica el funcionamiento del objeto y comprueba la validez de la teoría. Esto no quiere decir que todos los discursos académicos tengan cuatro partes pues la complejidad de los objetos obliga a examinarlos parcialmente o a escribir pequeños reportes sobre aspectos parciales del desarrollo del proyecto científico, por ejemplo, reportes sobre puntos meramente metodológicos, disquisiciones terminológicas necesarias para continuar el proyecto científico mayor, o problemas de orden lógico inherentes al desarrollo de toda teoría formal.
Un discurso literario puede usar los esquemas discursivos factuales, esto es, puede simular las estructuras argumentativas como parte de su estrategia para guiar la interpretación. Por ejemplo, el cuento Pierre Menard, autor del Quijote de Borges usa la estructura del ensayo académico para construir un verosímil y reflexionar sobre la literatura y el lenguaje, pero también para ironizar el discurso del humanista académico. Por otro lado, en la era de las tecnocracias, los especialistas son considerados los dueños de conocimientos cada vez más especializados, lo que abre la posibilidad del engaño con fines políticos mediante el uso de los esquemas discursivos académicos para excluir o asombrar al ciudadano que no es especialista. Por ejemplo, en estos días se suele decir que los economistas, administradores y contadores saben cómo "gerenciar" el país, y que por tanto, nosotros, los ciudadanos comunes no podemos opinar sobre el programa económico. O vemos en la televisión a los ingenieros constructores de colegios que se caen y a los funcionarios públicos encargados de la supervisión de las obras responsabilizándose mutuamente... y ambos usan terminología especializada. O escuchamos explicaciones jurídicas, como la del domingo 22 de junio, en la que el profesor universitario, congresista y ministro de justicia, Sr. Hermosa, defendió en la televisión la destitución de los magistrados del Tribunal Constitucional pero nunca mencionó el argumento principal de sus contrarios, esto es, la aplicación del principio del control difuso para declarar inaplicable la ley de la segunda reelección del Sr. A. Fujimori (el periodista N. Lúcar reveladoramente tampoco mencionó el argumento).
Es bastante obvio que el discurso factual en general, y académico en particular, es distinto del literario pues las condiciones de su producción material están determinadas por un mercado de conocimientos fuertemente reglamentado, mientras que el discurso literario se disgrega en una cantidad enorme de circuitos culturales y económicos paralelos. Si el desarrollo histórico del discurso literario está dominado por el principio de renovación y conservación constante, el del discurso académico es predominantemente conservador. Esto quiere decir que los esquemas discursivos académicos permanecen más o menos iguales a lo largo de las décadas, no así los esquemas discursivos literarios. Por otra parte, el discurso literario puede usar y transgredir esquemas discursivos no ficcionales fácilmente, pero no el discurso académico. Este, más bien, proporciona esquemas discursivos que pueden ser usados con fines extra-académicos. Estas diferencias no alcanzan a borrar el hecho de que ambos tipos de discurso tienen un carácter retórico que proviene de la necesidad de ser verosímiles y de persuadir, aún cuando la persuasión tenga distintos móviles.
En Ficción y dicción, Genette examina si el discurso narrativo factual tiene las mismas propiedades -orden, velocidad, frecuencia, modo y voz- que el discurso narrativo ficcional y llega a las siguientes conclusiones:
El orden de los eventos no es estrictamente cronológico, sino que el relato presenta una versión que dice ser el orden. Es propio tanto del discurso literario como del factual. Ningún narrador, ni en ni fuera de la literatura, puede conservar un orden riguroso en la cronología; así, nada impide ni al discurso literario ni al factual el uso de analepsis y prolepsis. Se pude hacer una comparación entre el orden de la historia y el orden del relato sólo si se dispone de información sobre la sucesión temporal de los hechos fuera del mismo relato. Por otra parte, el relato acrónico es el que no indica ni directamente (indicación verbal) ni indirectamente (inferencia) el orden de los eventos. La velocidad del relato refiere a que, en el relato, hay aceleraciones, aminoraciones, elipsis o detenciones regidas por la ley de la economía y la importancia del evento. Aunque se usa tanto en el discurso factual como en el ficcional, introduce un poco de ficcionalización. La frecuencia es la aceleración del relato por silepsis identificadora de acontecimientos postulados como relativamente semejantes. En el discurso narrativo factual y ficcional se utilizan fenómenos de aceleración como el relato iterativo, mediante silepsis, en donde de una sola vez, se dice algo que se repite en distintas ocasiones. Orden, velocidad y frecuencia refieren a la estructura de los eventos relatados o a su mayor o menor especificación en el discurso, y son posibles tanto el discurso narrativo ficcional como en el factual.
El modo refiere al acceso a la subjetividad del personaje. El discurso literario instituye naturalmente ese acceso, mientras que en el discurso narrativo factual es infrecuente, tal vez porque éste debe justificar los hechos con fuentes verdaderas. Los modos de la focalización son tres : en primer lugar, la focalización interna, producida cuando el relato toma el punto de vista de un personaje. Los indicios de su presencia son los verbos de sentimiento y de pensamiento atribuidos a terceros, el monólogo interior y el éstilo indirecto libre. En segundo lugar, la focalización externa, caracterizada porque no hay incursión en la subjetividad de los personajes, sino comunicación de sus hechos y gestos vistos desde afuera y sin explicación alguna. Finalmente, la focalización cero, o de punto de vista variable, caracterizada por la introducción sucesiva y a voluntad en el pensamiento de los personajes. Es propio del narrador omnisciente.

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